El problema de la Argentina no es el déficit fiscal o el bimonetarismo, son los dos.

El actual gobierno sólo espera el «salvataje» de Trump para continuar el gran negocio y endeudar aún más al país.

Mucho se habla en el discurso del gobierno actual demonizando el déficit fiscal, es decir, de aquello que tiene que ver con que el gasto supera a los ingresos por parte del Estado.

Por supuesto que hay algo de razón en ello, pero llevado a los extremos, es la hez del libertarismo.

En ese sentido el actual presidente ha montado un discurso anti política. Para él, o mejor dicho, para los intereses que él representa, los políticos son el enemigo a derrotar, son los malos de la película. Si bien la burocracia y el gasto político es un tema a tener en cuenta, no es la variable problemática principal para una Nación. Un cuento pour la galerie, claro está

Subyace pues aquí, el imperio de una ideología llamada libertaria. Este señor cuyo apellido es «mercado», que nadie sabe quién es (o sí, según quién lo analice), al cual se lo cita en todos los comentarios mediáticos y en todos los debates políticos, es quien oficia como el garante y el tomador de decisiones en nuestro país, Y AL CUAL NADIE ELIGIÓ Y NADIE VOTÓ.

Es así que culpar a los políticos por todos los problemas y males existentes, es para los grandes intereses y factores de poder, que se agrupan detrás de ese señor llamado «mercado», un frotarse las manos para actuar con eso de lo que tanto ellos hablan y a lo cual le llaman «libertad».

Esta torsión del significado de libertad, donde unos pocos vivos son los que por medio del delito de colusión y ayudados por un conglomerado de grandes medios de comunicación que viven del erario público, o sea, la pauta publicitaria del Estado, aunque de eso los adalides de la libertad no hablen, hace que, luego de frotárselas, tengan las manos libres para cometer todo tipo de delitos económicos y atentados contra la soberanía Argentina.

Ellos aborrecen al Estado, y si lo quieren es sólo mínimamente para limar sus diferencias en el reparto de las ganancias y para el reparto de licitaciones sin control alguno.

Ellos ven al Estado como un gasto y no como el ente que procure un destino mejor para la Nación. El señor «mercado» no quiere los impuestos, porque la quiere toda para él.

En el señor «mercado» hay poca solidaridad y mucho de avaricia.

En el señor «mercado», la que manda es la empresa (la grande y cartelizada). Con el señor mercado, no hay imperio de la ley, sino imperio del ánimo de lucro, es por eso que ellos hablan de anarquía capitalista.

La «guerra santa» que llevan contra el gasto público, es porque ellos aborrecen tener que colaborar para el bien común, si no hay una ganancia de por medio. Ellos quieren al Estado como pantalla para que estatice (aclaremos: la pague el pueblo), la deuda internacional privada (en dólares), que ellos tomaron, toman y tomarán, y que no la quieren pagar.

Sí, al señor mercado, le gusta robar, primero privatizando, y luego estatizando su deuda en dólares. La estatización de la deuda en dólares (como la que hizo Mauricio Macri y el FMI con el aval de Donald Trump), puede hacerse o por medio de una ley o por medio de una simple decisión de gobierno, o por medio de la destrucción de la moneda nacional, con la inflación. Las consecuencias de estas son las mismas. Las paga el pueblo.

Donald Trump, si es que vuelve a la presidencia este año, viene a continuar el delito macroeconómico de deuda iniciado contra la Argentina con el gobierno de su amigo Mauricio Macri, y quiere continuar con la impunidad a través del actual gobierno títere y libertario. Esa es la libertad de la que ellos tanto hablan: ES LA LIBERTAD DE LA IMPUNIDAD.

Por eso, desde Estados Unidos, le mandan hasta las frases que debe decir el actual presidente de nuestro país en su discurso. Tanto Mauricio Macri como responsable local, como Donald Trump, como responsable del FMI, deberían ser procesados y condenados por el delito de la deuda fraudulenta que le hicieron tomar al pueblo argentino, todo en favor de unos pocos vivos.

Para los liberales, libertarios, conservadores y otras yerbas de la derecha (sean de la Argentina o de EEUU), LA DEUDA PÚBLICA, ES DECIR, UN PUEBLO ENDEUDADO, ES UN GRAN NEGOCIO PRIVADO para ellos.

Para los liberales, ahora devenidos en «libertarios», el ajuste (que es el desfinanciamiento de toda actividad económica por medio de impuestos y la ausencia de toda política que busque el bien común y la justicia social) es la política sistémica y de fondo, al cual por supuesto, pagan los menos pudientes y los trabajadores.

Los liberales quieren las cuentas públicas supuestamente ordenadas, aún cuando eso signifique el sacrificio de todo un pueblo entero, para el pago de la deuda y la satisfacción de los deseos e intereses del «señor mercado».

Por el otro lado.
Del otro lado, no es muy diferente. Con la izquierda progresista, la agenda de fondo es bastante similar, sólo cambian los métodos.


El discurso progresista instalado es vituperar a quienes quieren ordenar las cuentas públicas. Es así que se acordaron de que la Argentina tiene una economía bimonetaria ahora pero no cuando gobernaban.

Todo un eufemismo claro, para no decir que es una economía con una estafa sistémica macroeconómica, dependiente del dólar como factor extorsivo y falsa moneda de confianza mundial. Muchos de los tenedores y responsables de la deuda pública nacional, son poderosos de origen argentino. El progresismo y la izquierda nunca hizo algo para luchar contra el agio de la deuda pública.

EL progresismo o la izquierda, siempre ha enfermado a la economía con la total politización del sector público; ha enfermado la economía con el desequilibrio de precios relativos donde nada vale lo que debe valer (y que todavía el supuesto actual presidente libertario, de profesión economista, no ha solucionado).

También la izquierda ha enfermado al Estado, que es ocupado por quienes no producen nada, o mejor dicho, por quienes no controlan nada (que es el verdadero rol del Estado). Por supuesto, también han enfermado a la economía con el impuesto discrecional de la inflación.


Ambas ideologías, la del señor mercado y la del señor Estado, con distintos métodos, tanto ajuste y desmantelamiento liberal o como despilfarro y veneno ideológico progresista, atentan contra la Argentina toda.

Este atenazamiento de poder con su FALSA DICOTOMÍA, lleva al pueblo argentino a ser obligado a tomar una posición en alguno de dichos bandos. Esta estructuración de la política bipartidista o bifrentista (de fondo muy atomizada), es el «pisar el palito» para todo el pueblo argentino y para todos los pueblos del mundo.

Decimos por supuesto que un Estado debe tener las cuentas equilibradas, pero no a costa de su desmantelamiento y no a costa de un pueblo esclavizado y sufriente a causa de los deseos e intereses del «mercado». Por supuesto que el Estado debe tener un rol central en los destinos de la Nación Argentina y no dejárselo en manos al “anarquismo capitalista”.

Con cuentas ordenadas o no, ambos frentes políticos, liberal o progresista, han hecho de todos y cada uno de sus actos políticos, la base cuyo objetivo de CUMPLIR A RAJATABLA con el pago de una deuda la cual en muy amplia parte, de mínima es ilegítima y de máxima es ilegal. Toda la discusión política y mediática de por medio es un eje de distracción que evita discutir esta cuestión central.
Por un lado se discute la emisión monetaria, la burocracia y el despilfarro, por el otro el ajuste y el desmantelamiento del Estado. Ambas son dos formas de erosionar las reales bases de la nación Argentina.

No son el déficit fiscal o el bimonetarismo, los problemas de la Argentina tomados como dicotomía, el eje de la discusión política. El problema de la Argentina, el problema de fondo, SON AMBOS. Plantearlos como dicotomía, es la estafa política de fondo.

Es que la política de pequeñas dimensiones, la política ANTIPERONISTA QUE AMBOS FRENTES POLÍTICOS LLEVAN ADELANTE, es esa política que se arrastra, no como un gusano, sino como un lamebotas, que busca la ventajita política de coyuntura, la ventajita codiciosa, todo muy teñido de simulación por un aparato político cartelizado (una especie de duopolio político) donde el ciudadano común, sólo actúa como espectador votando cada dos años, sin entender demasiado lo que sucede. El votante ha pasado a ser algo así como un hincha de fútbol. Y el hincha de fútbol canta y grita, pero nunca organiza el juego y muchas veces tampoco lo entiende. Se alegra o sufre cuando su equipo mete o le hacen un gol respectivamente. El ciudadano de hoy sólo paga la entrada al espectáculo político, y en el resultado del partido, siempre pierde.

Esta política que busca sin cesar colocar su lengua en la suela de los zapatos del globalismo, que se ubica en todas partes y en ningún lugar, no piensa a la Argentina, como verdadera potencia soberana mundial, la piensa como un satélite y como precisamente ellos la quieren, un territorio a partir y repartir en el largo plazo.

Esto último, advertimos, jamás sucederá, y habrá consecuencias GRAVÍSIMAS para los señores del mercado «anárquico» y para las señoras del estatismo y su veneno ideológico progresista.

Ariel Valloud
Agrupación Labor Peronista