La barbarie se condena sin cortapisas

La CAC repudia los inadmisibles hechos de violencia registrados en las inmediaciones del Congreso Nacional.

La Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) es una institución gremial empresaria de cúpula y, como tal, habitualmente hace oír su voz para opinar sobre cuestiones tributarias, laborales, regulatorias y crediticias que inciden en el sector representado; como así también sobre temas económicos en general.

Sin perjuicio de ello, en ocasiones extraordinarias considera necesario manifestarse sobre otros asuntos, aunque excedan su ámbito de competencia estricta. La actual es una de ellas. Cuando las instituciones de la República y el modo de vida democrático reciben un ataque flagrante el silencio puede confundirse con complicidad.

Los hechos registrados ayer en las inmediaciones del Congreso, premeditados y orientados a generar caos y zozobra y así dañar la gestión del Gobierno, merecen el más enérgico repudio. La violencia y el vandalismo, que incluyeron desde ataques a las fuerzas del orden y la prensa hasta la deliberada destrucción de bienes públicos y privados, demandan una firme condena de todos.

La CAC considera positivos los proyectos de Ley Bases y de reforma fiscal, por lo que valora el aval que, al menos parcialmente, recibieron en el Senado. Aunque menos abarcativos que en su formulación original, son importantes pasos para sacar a nuestro país del penoso estado en el que se encuentra desde hace demasiados años. Asimismo, aboga por que Diputados actúe con celeridad, y les dé sanción definitiva. Es inédito que en los primeros seis meses de gestión no se haya convertido en ley ninguna iniciativa del Ejecutivo; el país no soporta más dilaciones.

La democracia, sistema en el que felizmente vivimos, admite el disenso; y la Constitución fija los mecanismos para que éste se canalice. El Presidente Milei convive con un Congreso plural, y el prolongado tratamiento de los proyectos permitió que todas las voces se expresaran; es saludable que así haya sido. Pero llegado el momento de la definición se debe aceptar el resultado.

Los argumentos disímiles pueden escucharse, para eventualmente aceptarse, rebatirse o alcanzar una síntesis superadora; a la par que el descontento puede manifestarse pacíficamente. Lo que de modo alguno puede tolerarse es la apelación a la violencia para torcer el rumbo de una legítima votación legislativa.

La barbarie se condena sin cortapisas; la democracia se defiende sin titubeos; y las instituciones republicanas se respetan sin medias tintas.